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DESMITIFICANDO EL PENE

Cortesía de Ambro /
FreeDigitalPhotos.net
Por: Ester Álvarez Guillén

¿Por qué al pene se le da tanta importancia en las relaciones sexuales?, ¿por qué tantos hombres están obsesionados con el tamaño de su pene?, ¿cómo se convirtió el pene en un símbolo de poder, siendo cuanto más grande mejor? y ¿por qué en nuestra sociedad parece que lo que define al hombre es su pene?. Las respuestas a estas preguntas bien podrían relacionarse con el Patriarcado y con el Machismo, y a su vez con el modelo sexual coital imperante.

En efecto, en el modelo heterosexual que ha existido durante muchos años el hombre tenía el control de las relaciones sexuales y el papel activo, mientras que la mujer ejercía un papel pasivo en el que ni siquiera se le reconocía derecho al placer. Aunque ahora ya se admite que las mujeres también tienen ese derecho, se sigue situando al hombre en el papel de proveedor del placer, un placer que por regla general se busca a través del coito y del pene. De modo que el machismo también perjudica a los hombres, por un lado porque se ven en la obligación de tener que dar placer a la mujer, por otro porque su propia búsqueda del placer se centra únicamente en su pene (dejando de lado el resto de su cuerpo y perdiéndose el vivir la sexualidad como algo más global y menos centrada en el pene). Todo esto implica que un hombre acabe definiéndose por su pene, el cual no solo debe ser grande sino que también debe tener erecciones potentes y rápidas. Así, la siguiente preocupación de la mayoría de los hombres, después del tamaño de su pene, pasa a ser la falta o pérdida de erección ya que eso cuestiona su virilidad.

HUELGA DE CLÍTORIS

Cortesía de Salvatore Vuono /
FreeDigitalPhotos.net
Por: Ester Álvarez Guillén

Había una vez un clítoris que nunca se callaba nada, era bastante inquieto y no se conformaba con el papel que la sociedad le había impuesto, un papel que a su juicio estaba desvalorizado por culpa del falocentrismo y del modelo coital que domina el ámbito sexual del ser humano, un modelo además bastante machista con respecto a las necesidades sexuales de las mujeres.

“¡Ey!, señor pene, sí tú, ese que no sabe hacer otra cosa que entrar y salir de ese agujero que hay más abajo de mí. Que digo yo… ¿será que ese ser humano perezoso que te lleva colgando no sabe que existo?. A veces creo que hasta mi dueña se olvida de mí. Nadie quiere darme trabajo y yo aquí me aburro… que si algún roce de pasada, un tirón para arriba, un tirón para bajo… pero ya está, la mayor parte de mi potencial desperdiciado. Con las ganas que tengo yo de ayudar a producir orgasmos y lo bien que se me da… En fin, este mundo parece que sólo sabe de vaginas y de penes, y yo aquí como siempre: ¡olvidado! Bueno yo y la mayoría de mis colegas porque esto parece que es un problema de todo el sector de clítoris.

REFLEXIONES DE UN CLÍTORIS

Cortesía de digitalart / FreeDigitalPhotos.net
Por: Ester Álvarez Guillén

Ayer conocí un pene inmenso. Era más largo y ancho de lo que había visto otras veces. Pensaba que por ser tan grande sería fantástico, tal vez por lo que he visto en las películas, tal vez por lo que nos enseña la sociedad donde vive mi dueña, quizá por haber visto lo orgullosos que alardean de pene grande algunos hombres (como si fuera un trofeo, o el secreto de su virilidad), quizá porque mi dueña también lo pensaba...

Sin embargo no fue como imaginábamos. Realmente a mí no me sirvió de nada. Por muy grande que fuera, yo apenas sentí nada, de mí se olvidaron (como de costumbre), pero es que además a mi vecina “la vagina” tampoco le gustó demasiado. La única diferencia para ella fue que le costó más adaptarse a ese enorme falo (ya que a más grande mayor lubricación y tiempo hacen falta), y como no fueron más despacio le hizo algo de daño.

No entiendo porque a mí (que puedo darle mucho más placer a mi dueña) no me utilizaron. Ni a mí ni al resto de su cuerpo, ¡qué desperdicio!, con lo que a ella le gusta que la besen, la acaricien, la chupen, la arañen... hay tantas partes de su cuerpo donde siente mucho más que en la vagina...

HISTORIA DE UN EYACULADOR PRECOZ

Cortesía de popad /
FreeDigitalPhotos.net
Por: Ester Álvarez Guillén

Aquella mañana por fin se levantó dispuesto a hacer lo que fuera necesario para cambiar lo que tan infeliz le hacía. Tenía veintitantos años y llevaba varios meses con alguien que parecía gustarle bastante.

Durante años no había considerado que su pequeño problema fuera un verdadero problema, nunca se había atrevido a hablarlo con nadie, pero algo en su interior le decía que no estaba satisfecho con su vida sexual.

En efecto, desde sus primeras masturbaciones, la imperiosa necesidad de eyacular le había superado. Más adelante, sus primeras relaciones sexuales le parecieron muy cortas, más de lo que él hubiera deseado. Hasta entonces había intentado no pensar en ello, en todo caso en el momento del coito siempre procuraba hacer lo posible por no excitarse demasiado para no correrse tan rápido, pero nunca funcionaba.

Con su actual pareja el problema se había acrecentado, o al menos le hacía sentirse peor que nunca. Tenía miedo de que ella se diera cuenta de lo que le pasaba y lo dejara, le daba pánico pensar que siempre fuera a ser así, sentía que su vida sexual era horrible, no entendía por qué le ocurría aquello, ni sabía qué hacer para cambiarlo.

No obstante, aquel día decidió buscar ayuda, necesitaba respuestas, quería disfrutar de su vida sexual al fin, y estaba decidido a esforzarse.

¿DÓNDE ESTÁ MI ERECCIÓN?

Viñeta de Alberto Montt.
Por: Ester Álvarez Guillén

- Sábado 10 de la noche, suena el móvil:
  (Tu amigo del alma) “Oye que nos vemos a tal hora en tal sitio. Esta noche seguro que triunfamos, he quedado con unas tías buenorras que conocí el otro día”.
  (Tú) “Vale, con el tiempo que hace que no ligo, a ver si esta noche por fin cae algo”.

- 6 de la madrugada:
            Hasta arriba de alcohol y cansado de toda la noche de juerga, te vas con una de las amigas de tu amigo. En tu cabeza se amontonan los pensamientos: “Joder, ¡qué ciego voy! Estoy que no puedo con mi cuerpo. No veas cómo está la chica esta, una oportunidad así no se tiene todos los días. Nada, me espabilo y le echo un buen polvo que sino voy a quedar fatal. Con lo buena que está seguro que ha estado con un montón de tíos asi que tengo que meterle caña o no voy a estar a la altura. ¡Tengo que dejar el pabellón bien alto!.”

Y se siguen amontonando: “Pero ¿qué le pasa a mi pene?, ¿por qué no se me levanta?. Venga tío, ¡tú puedes! Que esta chica se entere de lo que vales, de lo bien dotado que estás... Joder, ¡qué vergüenza!, ¿dónde está mi erección?, para una vez que ligo... con lo buena que está la chica esta...”.