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Ayer conocí un pene inmenso. Era más largo y ancho de lo que había visto otras veces. Pensaba que por ser tan grande sería fantástico, tal vez por lo que he visto en las películas, tal vez por lo que nos enseña la sociedad donde vive mi dueña, quizá por haber visto lo orgullosos que alardean de pene grande algunos hombres (como si fuera un trofeo, o el secreto de su virilidad), quizá porque mi dueña también lo pensaba...
Sin embargo no fue como imaginábamos. Realmente a mí no me sirvió de nada. Por muy grande que fuera, yo apenas sentí nada, de mí se olvidaron (como de costumbre), pero es que además a mi vecina “la vagina” tampoco le gustó demasiado. La única diferencia para ella fue que le costó más adaptarse a ese enorme falo (ya que a más grande mayor lubricación y tiempo hacen falta), y como no fueron más despacio le hizo algo de daño.
Que no digo que a la vagina no le guste ser penetrada, que eso también le gusta a mi dueña de vez en cuando. Pero que al resto del cuerpo también nos gusta que nos hagan caso. Y a mí, “su maravilloso clítoris”, me encanta que me acaricien y me chupen.
Yo puedo dar mucho más gustito a mi dueña que su vagina, porque al penetrarla el pene a veces me acaricia (pero sólo indirectamente), me roza (pero sólo de pasada), y eso la mayoría de las veces no es suficiente para mi dueña, sobre todo para que consiga su orgasmo. Además, su vagina no tiene tanta sensibilidad como yo, y ella ya tiene una función reproductiva además de sexual, pero yo no, mi única función es dar placer, ¿por qué me dejan de lado entonces cuando buscan placer?, ¿no es para eso el sexo? Con lo divertido y juguetón que yo soy, ¿por qué no me hicieron ni caso? Claro, sólo pensaban en ese pene enorme. Como si eso a mí me importara: ni a mí, ni a la vagina, ni a mi dueña, a ninguno nos valió para nada. En cambio he conocido otros penes más pequeños, pero ¡qué divertidos!. Y sus dueños me hicieron disfrutar mucho más, a mí y a mi dueña. Aunque tampoco todos los pequeños son iguales, algunos fueron igual de torpes que el grande.
Bueno, no fue sólo culpa de ellos, por supuesto. Mi dueña también debió haber hecho algo al respecto, porque si no le gustaba lo que le hacían también podía haberlo dicho, en lugar de fingir los orgasmos, que luego los hombres se piensan que todas las mujeres los consiguen a base de empujones y así no se molestan en hacer nada más. Y no sólo decirlo, sino que ella también tiene dedos y me puede acariciar, no es sólo tarea del hombre hacerla disfrutar, también es responsabilidad de ella darse placer, que luego muchos hombres acaban con problemas de erección por culpa de la presión que sienten pensando que es su pene el que tiene que cumplir.
Y ahora que lo pienso: si ni a mí, ni a la vagina, ni al resto de mi dueña nos importa el tamaño ¿por qué a ellos sí?, ums...quizá si se olvidaran de esas tonterías y pensaran más en el resto se lo pasarían mejor y harían realmente disfrutar a las mujeres, porque se darían cuenta de que ellas no son como ellos, no sienten como ellos, no disfrutan como ellos... Si sus cuerpos son distintos ¿por qué habrían de ser iguales en el resto? Y puestos a comparar, el pene no sería equivalente a la vagina sino al clítoris puesto que fisiológicamente proceden del mismo sitio, y si la cabeza del pene es donde mayor número de terminaciones nerviosas tiene el hombre, el clítoris tiene el doble (no la vagina que posee muy pocas terminaciones nerviosas sensitivas).
Por tanto, si en general los hombres con lo que más disfrutan es con la penetración porque de este modo se estimula directamente su pene, ¿por qué las mujeres habrían de disfrutar lo mismo con la penetración si así su clítoris apenas se estimula? Tal vez para algunas eso sea suficientemente placentero, pero para otras no, y en cambio se callan, y no hacen nada para cambiarlo.
Si es que tanto insistir en que el tamaño importa, la sociedad, los hombres, incluso las mujeres, al final se olvidan de lo que de verdad importa: sobre todo, que cada persona es diferente y para saber lo que más le gusta a cada uno, primero hay que preguntárselo, comunicarse, probar distintas cosas, y no sólo quedarse en lo mismo de siempre... En la variedad está el gusto, ¿no?
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Has dado en el clavo: la importancia de hablar. Todos deberíamos darnos cuenta que el otro no nace enseñado, que cada uno somos un mundo y que si no se pide, no se indica, no se dice qué nos gusta más , cómo y dónde, nos quedaremos sin disfrutar o, al menos, habiendo sentido menos placer.
ResponderEliminarMe gusta mucho tu blog! Un saludo!
En efecto! Muchas gracias por seguirme, saludos! ;-)
EliminarMuy buenoooo!!!!!!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarMucha razón!!! Yo solo llego al orgasmo por estimulación del clítoris y mi pareja no entiende eso.. Hace años q no llego al orgasmo por penetración y tengo q fingi r.. estoy cansada de fingir quiero disfrutar
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