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Desde que nacen, los bebés necesitan del contacto corporal para sobrevivir. Está demostrado que la estimulación corporal, durante el primer año de vida, envía señales al cerebro que a su vez activa respuestas de crecimiento y bienestar. En cambio, la falta de contacto puede provocar importantes trastornos en el desarrollo del niño, o incluso la muerte.
Pero ¿qué pasa cuando crecemos?, ¿dejamos de necesitar las caricias, los abrazos, los besos... y en definitiva, el contacto con otras personas?.
Tal y como se nos presenta la sociedad actual, parece que esto fuera así, limitando el contacto de los cuerpos a la pareja (principalmente en la intimidad) y la familia como mucho, ya que “a medida que crecemos y vamos dejando de ser niños, se nos van restringiendo las caricias”. Es como si al hacernos independientes ya no necesitáramos ser tocados por los demás.