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¿DÓNDE ESTÁ MI ERECCIÓN?

Viñeta de Alberto Montt.
Por: Ester Álvarez Guillén

- Sábado 10 de la noche, suena el móvil:
  (Tu amigo del alma) “Oye que nos vemos a tal hora en tal sitio. Esta noche seguro que triunfamos, he quedado con unas tías buenorras que conocí el otro día”.
  (Tú) “Vale, con el tiempo que hace que no ligo, a ver si esta noche por fin cae algo”.

- 6 de la madrugada:
            Hasta arriba de alcohol y cansado de toda la noche de juerga, te vas con una de las amigas de tu amigo. En tu cabeza se amontonan los pensamientos: “Joder, ¡qué ciego voy! Estoy que no puedo con mi cuerpo. No veas cómo está la chica esta, una oportunidad así no se tiene todos los días. Nada, me espabilo y le echo un buen polvo que sino voy a quedar fatal. Con lo buena que está seguro que ha estado con un montón de tíos asi que tengo que meterle caña o no voy a estar a la altura. ¡Tengo que dejar el pabellón bien alto!.”

Y se siguen amontonando: “Pero ¿qué le pasa a mi pene?, ¿por qué no se me levanta?. Venga tío, ¡tú puedes! Que esta chica se entere de lo que vales, de lo bien dotado que estás... Joder, ¡qué vergüenza!, ¿dónde está mi erección?, para una vez que ligo... con lo buena que está la chica esta...”.

Minutos después le dices a la chica que no te encuentras bien y te largas más colorado que un tomate.

A la mañana siguiente te despiertas con resaca y un sentimiento de fracaso total. Comienzas de nuevo a darle vueltas a la cabeza: “Pero ¿qúe demonios me pasó ayer?, ¡si yo siempre he sido muy macho!, ¿me habré vuelto impotente?”.

Se lo cuentas a tu amigo, que te dice que a él nunca le ha pasado (cosa que probablemente sea mentira, ya que la mayor parte de los hombres ha tenido alguna vez problemas de erección)... y te deja aún más preocupado.

Varios fines de semana después vuelves a salir, vuelves a beber y vuelves a intentar montártelo con otra chica. Entonces te acuerdas de la última vez y tu cabeza empieza de nuevo a darle vueltas al tema: “Espero que no me vuelva a pasar, ¿a ver si hoy no se me va a levantar tampoco?, ¡qué vergüenza! Verás que esta tía se cachondea de mí...”

Y mientras tu cuerpo va por un lado, tu cabeza va por otro. Te olvidas de todo lo demás, sólo puedes centrarte en que tu pene no se pone erecto. ¡Otro fracaso!.

Historias parecidas a esta suceden a menudo. Quizá en lugar de un chico inseguro se trata de un cuarentón con complejo de Peter Pan. Quizá en lugar de ocurrirle con una pareja cualquiera (chica o chico, da igual las preferencias sexuales), se trata de la pareja perfecta que llevaba tanto tiempo buscando y que por fin ha encontrado y tiene miedo de perder.

Sea como sea, estas cosas a veces dan lugar a un problema de erección, que sólo se va a solucionar con ayuda de un/a sexólogo/a. Otras veces no pasa de un fracaso de una noche. Todo va a depender de muchos factores: la propia persona y su vulnerabilidad física y/o emocional, el entorno, si es negativo para que se produzca la erección, las circunstancias, la pareja... Todo influye en que se convierta en un verdadero problema o no pase de un caso aislado.

No en vano, las principales causas de los problemas sexuales suelen ser: falta de información, actitudes negativas, mala comunicación en la pareja, inseguridad, autoestima baja, circunstancias y lugares inadecuados, medicamentos, alcohol, drogas, enfermedades, estrés...

Pero lo que está claro es que el enemigo principal es la angustia, ya que ésta es contraria al placer.

También la mitología sexual masculina hace mucho daño, ideas que nos transmite la sociedad, como que los hombres deben tener erecciones instantáneas y robustas obligatoriamente en cualquier momento y circunstancia, ideas como que si te vas a la cama con alguien ha de haber penetración, eyaculación y orgasmo, que el hombre siempre tiene que estar dispuesto y además es el responsable del placer de la pareja. Todo esto es totalmente contraproducente.

En la mayoría de los casos, los problemas de erección son secundarios, es decir, aparecen de pronto en un momento de la vida del hombre, incluso a veces se limitan a situaciones concretas (cuando están con una pareja determinada pero no con otra), o tienen erección y la pierden en un momento dado. En algunos casos, la causa principal puede ser orgánica, debido a una enfermedad (diabetes, hipertensión, esclerosis múltiple...), medicamentos, alcohol u otro tipo de drogas. Pero generalmente, es el componente psicológico el principal causante de la falta o pérdida de erección.

La erección es un reflejo que se produce tras la estimulación sexual (principalmente visual o táctil en los hombres), igual que cerramos los párpados si sentimos miedo a que se nos meta algo en el ojo. Sin embargo, la erección ha de producirse involuntariamente, no se puede luchar con el cuerpo para conseguirla. En los casos en los que la erección no se produce, el cerebro desautomatiza el reflejo y toma el control. Si esta situación se repite convirtiéndose en un problema, será necesario buscar ayuda.

El tratamiento principal va a requerir que el paciente se sumerja de nuevo en sus sensaciones, para lo que es necesario crear situaciones placenteras donde la penetración y por tanto la erección no supongan una exigencia. Cuando el “fantasma del miedo al fracaso” desaparece, aumenta la percepción del placer y viceversa, recuperando la erección. 

Perder o no conseguir la erección en un momento determinado puede tener múltiples causas (que ya he mencionado), pero que esta situación se repita una  y otra vez suele deberse simplemente a la angustia, el miedo a volver a fracasar.

A nivel fisiológico, para que tenga lugar la erección es necesaria la acción del sistema parasimpático que responde a la estimulación sexual que recibimos produciendo entre otras respuestas la afluencia de sangre a los genitales. Pero si una intensa reacción (por angustia o miedo) activa el simpático (sistema contrario al parasimpático) se produce la caida de la excitación, ya que ambos no pueden estar activados al mismo tiempo, por lo que se pierde la erección.

Por otro lado, también la actitud de la pareja del hombre con dificultad erectiva es crucial. Si ésta concede excesiva importancia al hecho en sí, se frustra, muestra incomprensión, lo critica, se enfada o le hace sentirse culpable o avergonzado, probablemente esto hará que en la siguiente ocasión la ansiedad y el miedo de éste sean aún mayores imposibilitando la erección y convirtiéndolo en un problema crónico.

Por tanto, en casos de pérdida o falta de erección ocasionales, ambos miembros de la pareja deberán hablarlo con naturalidad, darle la mínima importancia y no olvidar que la sexualidad es mucho más amplia que la penetración en sí misma, por lo que una falta de erección no impide que se puedan hacer otras muchas cosas (incluso más placenteras), quizá sea un buen momento para explorar nuevas prácticas incluyendo  más partes de nuestro cuerpo. Probablemente cuando deja a un lado el pene y el hombre se centra en sus sensaciones, sea cuando se ponga erecto, y sino otra vez será, no hay que obsesionarse.

En todo caso, si se convierte en un problema habitual, lo mejor que se puede hacer es consultar con un buen profesional y no preocuparse, pues la dificultad eréctil se soluciona normalmente con un tratamiento muy sencillo formado principalmente por una serie de tareas y juegos sexuales. Pero hay que recordar que no tener una erección firme no significa que no puedas disfrutar de tu sexualidad ni hacer disfrutar a tu pareja: el placer no lo proporciona un pene erecto sino un cuerpo entero.

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