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PAREJAS Y RUPTURAS: “A OTRA COSA, MARIPOSA”

Cortesía de Salvatore Vuono / FreeDigitalPhotos.net
Por: Ester Álvarez Guillén

Relaciones de pareja, rupturas y nuevas relaciones... da igual cuanto sepas del tema, siempre te sorprenden. Solía decir que cada pareja es un mundo, ahora más bien diría que son dos mundos distintos más la sinergia o el producto resultante de la unión.

¿Por qué unas parejas sobreviven y otras acaban?, ¿cuál es el secreto para que duren?. La respuesta más común sería: “saber afrontar los problemas juntos”, o incluso “saber adaptarse a los cambios”. Pero la realidad es mucho más compleja. A veces las circunstancias, el desarrollo individual, la monotonía... son factores que pueden minar una relación. Por supuesto, lidiar día a día con las desavenencias de una manera adecuada es un punto a favor, pero no asegura nada.

¿Y qué decir de la fidelidad?, aunque solemos pensar que cuando una relación se rompe es porque ha habido cuernos, es decir, hay una tercera persona en discordia, no siempre ocurre. Si bien es verdad que antes de llegar al punto y final de las relaciones suelen estar tan podridas que es fácil que alguno de los dos (¡o los dos!) busque consuelo en brazos ajenos, en ese caso la infidelidad ya no es la causa de la ruptura sino más bien consecuencia de algo que ya estaba roto. Aunque siempre se puede usar pegamento o buscar ayuda para arreglarlo, me temo que en las relaciones, como cada vez más en la vida moderna, preferimos adquirir un producto nuevo en lugar de arreglar algo que se ha estropeado. Además, las pocas parejas que buscan terapia lo hacen sólo como último recurso antes de separarse (cuando a veces ya es demasiado tarde). Quizá la diferencia entre las que sobreviven y las que no esté en afrontar los problemas cuando llegan, prácticamente en el día a día, y buscar las soluciones antes de que la cosa vaya a peor.

Aunque no todas las parejas se casan, ¿qué dicen los datos sobre el matrimonio? (no son nada esperanzadores): los últimos estudios en EEUU muestran que uno de cada dos matrimonios acaba en divorcio, y en promedio un matrimonio actual dura unos siete años.

Es interesante el hecho de que generalmente sea la mujer quien da el primer paso en la separación. Esto encajaría con la creencia de que ahora se producen más separaciones que antes porque las mujeres aguantan menos. Sin embargo, los expertos afirman que una mujer toma esta decisión sólo después de estar convencida de que no hay otra solución. Parece que los hombres no suelen ver los problemas o se acomodan más. Desde luego si por “aguantar” se entiende saber adaptarse a las pequeñas manías de cada uno y a las desavenencias de la convivencia, esto es algo que hay que trabajar en pareja, pero si se trata de soportar actitudes machistas, celos, etc. es lógico que muchas mujeres (sobre todo si han alcanzado su independencia económica) ya no estén dispuestas a pasar por ahí.

Y hablando de relaciones ¿qué tiene que ver el amor y la pasión con todo esto?. Algunos científicos afirman que el enamoramiento sólo dura los primeros años, tiempo en el que distintas sustancias químicas producen esas sensaciones intensas que nos hacen sentir enamorados/as, pero otros estudios lo desconfirman. Desde una perspectiva puramente biológica los expertos dicen que el amor dura entre cuatro y siete años (periodo que necesita un niño de dos adultos cuidando de él). 

La realidad es que algunas relaciones duran semanas, otras meses, y las que más algunos años... Con mucha suerte algunos son felices juntos hasta el final de sus días. Pero ninguna relación de pareja dura realmente la vida entera. Nacemos y vivimos un largo tiempo solos. Además cada vez es más común pasar por distintas relaciones a lo largo de nuestra vida que duran más o menos, hasta que se acaban y como suele decirse: “a otra cosa, mariposa”. 

Queremos creer que la siguiente persona será la definitiva pero nada es seguro en esta vida. ¿Y acaso lo que terminó fue tiempo perdido?, ¿nos equivocamos de persona?. Yo diría que no, que cada persona que pasa por nuestra vida quizá tiene un sentido (¡ojo!, exceptuando las que maltratan, que es mejor dejarlas cuanto antes pues no nos van a aportar nada bueno). Cada relación que escogemos, dure más o dure menos, debemos vivirla como si fuera única, porque en el fondo lo es, ninguna es igual a otra, cada una nos enseña algo nuevo sobre nosotros y nosotras mismas, sobre nuestras manías y nuestras flaquezas, sobre aquello en lo que debemos trabajar para ser mejores como pareja, sobre lo que debe aportarnos la persona con quien queremos compartir nuestra vida... Quizá las relaciones no deberían medirse por el tiempo que duran sino por la intensidad con que las vivimos y aquello que aprendimos.

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3 comentarios:

  1. Magnífico!!, aunque sigo creyendo en el amor para toda la vida!!

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  2. Cada relación es diferente, y cada persona es diferente. Muchas veces se nos olvida algo básico: respetar a la otra persona tal y como es y no intentar hacer de ella lo que no es. He conocido relaciones rotas porque "no es como yo creía", "me prometió que cambiaría y no lo ha hecho", "pensé que al casarnos dejaría de hacer tal o cual....". No nos equivoquemos, las personas cambian, pero porque evolucionan, y lo hacen por necesidad, por adaptarse a nuevas circunstancias, por las experiencias vividas..pero esto requiere tiempo. No podemos esperar que el día de la boda nuestra pareja se convierta en nuestro príncipe azul, ya que debería serlo desde antes de la boda, y si no...no te cases! Creo que lo más importante es el diálogo, el respeto mutuo y mantener la ilusión día a día, evitando que el amor muera y con ella, la felicidad.

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  3. Buen contenido. Sin embargo sigo preguntándome qué es de los hombres que dejan a la mujer luego de jurarle amor eterno... Que se van sin razón aparente y desaparecen como fantasmas. La realidad en la que vivimos es en verdad como un supermercado, donde elegimos y si no funciona lo cambiamos por uno nuevo. Aunque me gustaría que la vida fuera más romántica y las cosas se repararan entre dos y durara para siempre, para no tener que perder una y otra vez y llorar a mares.

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