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EL LENGUAJE DE LOS CUERPOS

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Por: Ester Álvarez Guillén

Desde que nacen, los bebés necesitan del contacto corporal para sobrevivir. Está demostrado que la estimulación corporal, durante el primer año de vida, envía señales al cerebro que a su vez activa respuestas de crecimiento y bienestar. En cambio, la falta de contacto puede provocar importantes trastornos en el desarrollo del niño, o incluso la muerte.

Pero ¿qué pasa cuando crecemos?, ¿dejamos de necesitar las caricias, los abrazos, los besos... y en definitiva, el contacto con otras personas?.

Tal y como se nos presenta la sociedad actual, parece que esto fuera así, limitando el contacto de los cuerpos a la pareja (principalmente en la intimidad) y la familia como mucho, ya que “a medida que crecemos y vamos dejando de ser niños, se nos van restringiendo las caricias”. Es como si al hacernos independientes ya no necesitáramos ser tocados por los demás.

¡Nada más lejos de la realidad!. “La necesidad de contacto se mantiene durante toda la vida”, y forma parte de nuestro equilibrio emocional y psicofísico. Las caricias constituyen un modo de comunicación único, que transmite bienestar y afecto, haciéndonos sentir seguros y queridos. Sin embargo, ocurre que mientras los bebés no saben hablar, las personas se relacionan con ellos a través del lenguaje no verbal (caricias, gestos, miradas...), en cambio cuando aprenden el lenguaje verbal, éste acaba predominando y a menudo sustituyendo al contacto.

En nuestra cultura, “tocarse” está limitado por ciertos tabúes, prejuicios y normas, lo que dificulta que la caricia (tan necesaria para el bienestar de las personas) se utilice más a menudo.

En definitiva, cuando los niños se van haciendo mayores, empiezan a recibir “mensajes prohibitivos” con respecto a su impulso natural a tocarse a sí mismos y a otros. Como resultado, tenemos la idea que el niño se hace sobre las relaciones entre las personas, donde no caben las caricias, ya que tocar a los demás está fuera de lugar, queda feo, es malo, o sólo “es cosa de pulpos y pesados”.

De este modo, muchas personas desconocen el valor de la caricia en sí misma, el placer y el bienestar que produce..., y recurren a ella únicamente como un mero preliminar para el sexo. Es indispensable por tanto, que estas personas “reaprendan a vivir su cuerpo”, descubran que para ser conscientes de sí mismos, de sus sensaciones y sentimientos, es primordial acariciarse y dejarse acariciar.

Con nuestros frenéticos ritmos de vida, resulta difícil tomarse tiempo para uno mismo, dejar a un lado las preocupaciones y darse permiso para sentir y escucharse. Podemos realizar ejercicios de relajación y respiración para calmar las tensiones y ampliar nuestra capacidad de sentir, pero es sobre todo, a través de las caricias como nos hacemos más conscientes de nuestro cuerpo. Además, al relacionarnos con los demás, las caricias nos permiten comunicar con profundidad y expresar nuestros sentimientos muchas veces mejor que las palabras. De esta forma, la piel (tan extensa como nuestro cuerpo) establece una vía de comunicación con posibilidades infinitas, recibiendo y enviando mensajes al mismo tiempo, a través de las caricias.

Con respecto al terreno sexual, quizá sea donde la falta de caricias genera más problemas, ya que éstas son fundamentales, al despertar las sensaciones de placer que provocan la excitación sexual. Aquí cumplen un papel decisivo las “zonas erógenas”, que son aquellas zonas del cuerpo particulares de cada persona, que al estimularlas despiertan su apetito sexual. Pero para convertir en sensual cualquier caricia, son indispensables la concentración y el deseo de placer, además de saber crear el clima adecuado (en un ambiente relajante y cómodo, con una luz tenue, temperatura cálida, sin ruidos,...). Por ello podríamos decir que “saber acariciar es todo un arte” que hace del masaje sexual una experiencia enormemente placentera por sí misma.

Por otro lado, hay muchas maneras de tocar: palpando, rozando, acariciando, amasando, con más o menos presión e intensidad, con mayor o menor suavidad, haciendo círculos, pellizcando, incluso dando mordisquitos o succionando... Y aunque lo que más utilizamos para tocar son las manos, podemos descubrir nuevas sensaciones acariciando o dejándonos acariciar con diferentes partes del cuerpo: las mejillas, los labios, la lengua, los brazos, los pies, el pecho, los cabellos, incluso deslizarnos con el cuerpo y sentir la proximidad (piel con piel), notar el calor y la energía que desprende el otro...

También se pueden utilizar para acariciar multitud de objetos que produzcan una sensación agradable como plumas, tejidos suaves, pinceles, cubitos de hielo, geles de frío o calor, etc.

Volviendo a las zonas erógenas, aunque no debemos olvidar que “cada persona debe descubrir las suyas propias”, vamos a ver de un modo general las principales en el hombre y en la mujer.

Todo el mundo sabe que el glande o punta del pene es la zona más sensible del hombre, pero mucha gente desconoce que el periné (zona entre el ano y los testículos) posee también gran cantidad de terminaciones nerviosas, y puede ser igualmente placentera para las mujeres. En ellas merece mención especial el clítoris, órgano eréctil que tiene su origen en las mismas estructuras embrionarias que el pene, y que está formado por un cuerpo cavernoso que durante la excitación sexual aumenta de tamaño al mismo tiempo que el flujo de sangre. Por otro lado, la vagina requiere que la mujer esté ya algo excitada para que se lubrique y pueda ser estimulada de forma óptima  y adquirir todo su potencial erógeno, sin olvidarnos de que es en el primer tercio de ésta donde se concentra su mayor número de terminaciones nerviosas.

Otras partes del cuerpo que normalmente olvidamos y pueden dar mucho placer tanto a las mujeres como a los hombres son: cabello, párpados (besarlos suavemente relaja), orejas (los lóbulos y detrás de estas  aumentan su sensibilidad durante la excitación sexual), labios, mejillas (acariciarlas transmite ternura), cuello (suele ser muy sensible a los besos), hombros, pecho, parte inferior de las axilas (cuidado con las cosquillas), cara interna de los brazos, cara lateral del tronco (lamer esta zona de arriba a bajo puede ser una experiencia ardiente), espalda (nada como un buen masaje), ombligo (hacer círculos alrededor de este con la yema del dedo humedecido puede resultar muy excitante), cintura, vientre, glúteos, detrás de las rodillas, manos y pies.

Finalmente, no releguemos al olvido otros formas de comunicarnos además del tacto (del que ya hemos hablado) y la vista (que es la más usada), como son el resto de los sentidos: el gusto (saborear el cuerpo de nuestro amante...), el olfato (oler a los demás nos puede despertar muchos instintos...), y el oído (escuchar en la cama lo que le gusta a nuestra pareja...).

La caricia es un regalo tanto para el que la da como para el que la recibe, ¡seamos generosos! y disfrutemos más de ellas, nuestros cuerpos nos lo agradecerán y nuestra sexualidad se enriquecerá.

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3 comentarios:

  1. Hola Esther! Linda semana.

    Se me hace muy raro que este tu primer post no tenga comentarios y aún más por ser tan interesante e importante.

    Es triste que se esté perdiendo el contacto y las caricias. Ahora lo mas que se experimenta, al menos en mi caso, son tal vez un abrazo y apretón de manos. Y como adulto jamás he experimentado una caricia y menos erótica. Lo más fue tocar el brazo de una chica y fue delicioso. Y los consejos y ejemplos que das suenan realmente bien.

    También descubrí que tocando mi glande no siento nada (otras partes si se siente algo), así que tengo que probar con lubricante o aprender a tocarlo, liberarme y escuchar a mi cuerpo. Creo que debo hacer una carta como la que compartiste en Carta a mi Vagina, por cierto me encanta esa entrada y estoy aplicando lo que como hombre me puede servir.

    Lindo día!
    Gael

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    1. Hola Gael, nuevamente gracias por leerme. En efecto es triste que releguemos nuestros cuerpos al olvido y conforme crezcamos cada vez nos acariciemos menos. Respecto a lo que comentas sobre el glande, perder sensibilidad en esta zona es habitual en hombres que han sido circuncidados. Prueba con el lubricante, es una buena opción... Pero no te preocupes, existen muchas más zonas sensibles en tu cuerpo que puedes descubrir. ¡Feliz semana!

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    2. Al contrario gracias a ti, por la información y por tu tiempo. Sí el lubricante como mencionas es una gran ayuda para descubrir solo y en pareja. Y si estoy buscando y descubriendo esas zonas que mencionas. ¡Feliz semana para ti también!
      Gael

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