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CARTA A MI VAGINA

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Por: Ester Álvarez Guillén

“Querida amiga, sé que siempre has cuidado de mí, y me has protegido de todo aquello que pudiera hacerme daño... Has sido muy buena conmigo, manteniéndote cerrada ante el peligro, ahora te comprendo... Yo estaba asustada, pero no me daba cuenta, y tú, mi preciosa vagina, sólo pretendías ayudarme porque intuías mis miedos, aunque al final no nos entendiéramos y acabara enfadándome contigo... Pero ahora todo está cambiando, estoy aprendiendo a entenderme, a cuidarme y a quererme...a darnos placer...así que ya no necesito que me cuides más, a partir de ahora yo sabré cuidarnos a las dos, ya no tengo miedo... Sé cómo evitar un embarazo y tampoco permitiré que entre a través de ti ninguna enfermedad ni nadie que quiera hacernos daño... No dejaré que te ocurra nada malo, te lo prometo. Ahora vamos a disfrutar las dos juntas, sin temores... Gracias por cuidarme, pero ya no lo necesito.”

Este fragmento (consistente en una carta que escribe una mujer a su vagina para enfrentarse a sus miedos), es una muestra de una parte de la terapia psicológica que se puede utilizar para superar el VAGINISMO, un problema bastante desconocido por mucha gente, pero que afecta a más mujeres de las que se piensa y limita las relaciones sexuales de muchas parejas.
El vaginismo puede definirse como una contracción involuntaria de los músculos que rodean la vagina, que se produce siempre que se intenta la penetración, haciéndola imposible. La mujer no puede controlarlo (por tanto no se la debe culpabilizar) ya que responde a un mecanismo reflejo de defensa condicionado (aprendido) que ocurre de forma automática, cada vez que se intenta introducir en la vagina cualquier cosa, ya sea un pene, un dedo, un espéculo, un tampón...

Esta situación suele generar en la mujer una gran ansiedad, ya que convierte el intento de coito en algo desagradable, e incluso doloroso si se hace fuerza. Habitualmente acaba provocando también una pérdida de deseo, y en algunos casos fobia al coito (aunque ésta puede ser también anterior al vaginismo y causa del mismo). En algunos hombres, cuya pareja padece vaginismo, puede dar lugar a un problema de erección asociado a los repetidos intentos de coito fracasados y desagradables para ambos. En cambio, hay parejas que adaptan su vida sexual a esta situación y no buscan ayuda hasta que desean tener hijos.


Antes de nada, es necesario hacerse una revisión ginecológica que descarte causas físicas (himen rígido, endometriosis, inflamación de la pelvis por infecciones...). Pero generalmente las causas son de tipo psicológico: falta de información sexual adecuada, mitos erróneos (“la primera vez tiene que doler”), falta de comunicación con la pareja, sentimiento de culpabilidad por una educación muy restrictiva, experiencias anteriores desagradables, haber sufrido una violación, miedo extremo al embarazo o a contraer enfermedades...pero sobre todo, la ansiedad y el temor que se genera ante varios intentos de penetración frustrantes y desagradables.



El tratamiento va a requerir, por un lado información sexual y conocimiento genital para eliminar las creencias falsas y los temores, desangustiando a la mujer. Por otro, será necesaria una desensibilización sistemática, es decir, el desaprendizaje y nuevo aprendizaje adecuado, a través de ejercicios progresivos de dilatación de la vagina, en estado de relajación (y a menudo con ayuda de fantasías). Además, como en el tratamiento de otros problemas sexuales, nuevamente son fundamentales los Ejercicios de Kegel, ya que enseñan a la mujer a contraer y relajar la musculatura genital a voluntad.



Finalmente, es importante tener claro que la terapia para superar el vaginismo, aunque es muy efectiva, no es un proceso de un día para otro, sino que hace falta tiempo, paciencia y esfuerzo, no sólo por parte de la mujer sino también de su pareja (si la tuviera).

Por otra parte, hay que distinguir el vaginismo de otro problema sexual con el que a veces se confunde: la DISPAREUNIA.

En este caso (con mayor incidencia que el vaginismo), se trata de dolor o molestias repetidas durante la penetración (mientras que en el vaginismo ésta se hace imposible), y puede afectar tanto a mujeres como a hombres. Algunas mujeres con dispareunia pueden acabar teniendo vaginismo por miedo a sentir de nuevo dolor, tras repetidos coitos desagradables.

Las causas en las mujeres pueden ser orgánicas, debidas a vulvovaginitis, endometriosis, cistitis, afecciones dermatológicas, lubricación insuficiente...por lo que será necesaria ayuda médica para solucionarlo; o psicosociales por falta de relajación, miedos irracionales, lugares inadecuados con poca intimidad o incómodos, poco tiempo para excitarse, poca comunicación con la pareja... todo esto va a provocar que la mujer no pueda relajarse y los músculos de la vagina se pongan en tensión de modo que el coito se haga cada vez más molesto.

En el hombre, la dispareunia puede producirse con la erección o durante la penetración (por causas físicas como fimosis, inflamación del prepucio, infecciones, alergias, irritaciones, etc), o al eyacular (prostatitis y uretritis). Cuando el dolor no se debe a ninguna causa orgánica pueden existir sentimientos de culpabilidad o conflictos internos.

En todo caso, es necesario buscar ayuda para solucionar el problema, en lugar de seguir padeciéndolo sin hacer nada o dejar de tener relaciones sexuales (aunque, por supuesto, éstas abarcan mucho más que la penetración, pero dada la importancia que los hombres y la sociedad le conceden a esta práctica, no poder disfrutarla suele generar muchos problemas en la pareja). Por tanto, habiendo múltiples formas de solucionarlo y muy efectivas, ¿por qué seguir con el problema y prescindir de algo que nos gusta, sabiendo que hay tantas cosas que nos amargan la vida y tan pocas que nos producen placer?.

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1 comentario:

  1. Supongo que muchos de estos problemas los evitaría una adecuada educación sexual desde jóvenes, para evitar interiorizar todos los mitos, miedos y prejuicios.
    Que el sexo sea un tabú en el entorno familiar, que para protegernos nos digan que es algo malo, no nos ayuda.
    Pero también nos encontramos con las revistas (recuerdo cuando era adolescente) en las que te venden la primera vez como algo maravilloso, especial y perfecto...y después te encuentras que te puede doler, que necesitas de varios intentos, que el príncipe no es tan caballeroso...y esto puede acabar generando frustración.

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